LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

«Les contestó: por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible» (Mt 17,20)

¿Qué es la fe?, la fe es un don gratuito de Dios, es un regalo. Es el encuentro Amoroso de Dios conmigo, donde Dios ha salido a buscarme y me llama… ¡me ama tanto!, y yo doy una respuesta a Su Amor, una respuesta libre, donde están implicadas mi voluntad e inteligencia que se disponen a su plan amoroso para mi vida.

Nuestra Madre María con su “sí” entregado desde el instante de la Encarnación hasta la muerte en Cruz de su Hijo Jesús, ha sido el modelo perfecto de fe para la Iglesia. A ella debemos imitar. Ella nos dijo el 2 de julio de 2015 en Medjugorje:

“Al miraros con ternura siento un amor inmenso que refuerza en mí el deseo de conduciros a una fe firme. Una fe firme os dará en la tierra gozo y alegría y al final, el encuentro con mi Hijo”.

Durante la Santa Misa hacemos profesión de fe al recitar la oración del Credo. Con esta oración recordamos nuestro Bautismo y entramos en comunión con Dios y toda la Iglesia.

Decimos así: «Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén».

Cristo amó a la Iglesia como a su Esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a Sí mismo haciéndola su propio cuerpo, por lo que todos los creyentes forman un solo cuerpo, y en él, Cristo es la cabeza. Cristo nos comunica Su misma vida, la vida en Dios, a través de la Gracia divina que está encerrada en el seno de la Iglesia y que Jesús ganó con su propia sangre. Esta Gracia nos es transmitida por medio de los Sacramentos.

Por otro lado, Nuestra Madre María es Madre corporal de nuestra Cabeza (Cristo) y es, por el título de dolor y de gloria, Madre espiritual de todos sus miembros. Ella, la que por medio de sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del divino Redentor se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés. (cf  Pío XII Carta encíclica Mystici Corporis Christi)

Entonces, ¿qué significa la comunión de los santos?, es la comunicación de bienes espirituales que se da entre los fieles de la tierra, los del purgatorio y el cielo.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 948: la expresión «comunión de los santos» tiene dos significados relacionados: «comunión en las cosas santas [sancta]» y «comunión entre las personas santas [sancti]». Los fieles se alimentan con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para crecer en la comunión con el Espíritu Santo y comunicarla al mundo.

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Hay una comunión de los bienes espirituales (sacramentos, carismas y la unión en la caridad) y una comunión entre la Iglesia del cielo y de la tierra.

Comencemos por los bienes espirituales:

  • Los sacramentos son 7: Bautismo, Reconciliación-Penitencia, Eucaristía, Confirmación, Matrimonio, sacramento del Orden y Unción de enfermos. La vida de Cristo se nos comunica especialmente a través del Bautismo y la Eucaristía.
  • Los carismas son repartidos por el Espíritu Santo a los distintos miembros para edificación de la Iglesia.

“A este se le ha concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro distinguir los buenos de los malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas” (1Co 12,10)

  • La unión en la caridad: “y si un miembro sufre, todos los demás sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él” (1Co 12,26)

           Comunión entre la Iglesia del cielo y la tierra:

En la Iglesia encontramos 3 estados: unos que aún peregrinamos por la tierra, otros ya difuntos que se purifican, y otros glorificados que contemplan a Dios, y entre todos existe esta unión.

  • Los que estamos peregrinando por la tierra dependemos unos de otros como miembros del mismo cuerpo que somos, por eso el bien de unos se derrama en beneficio de todos. De la misma manera, el pecado que cometemos daña al resto. Jesús le dijo a Santa Faustina: “Has de saber, hija Mía, que cuando tiendes a la perfección, llevas a muchas almas a la santidad y si no procuraras la santidad, por la misma razón muchas almas permanecerían imperfectas” (Diario de Santa Faustina nº 1165)

Una de las manifestaciones más profundas de esta conciencia de unión es la oración como instrumento de intercesión.

La Palabra de Dios nos habla de la importancia de orar unos por otros.

“Por tanto, confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración incesante del justo” (Sant 5,16)

  • Los difuntos que se purifican (ánimas benditas del Purgatorio) necesitan de nuestra oración, ya que ellas no pueden orar por ellas mismas para salir de ese estado. Es un deber como católicos. A través de esto, queridos hijos, vosotros obtendréis nuevos intercesores que os ayudarán en la vida a comprender que las cosas de la tierra no son importantes, sino que solo el Cielo es la meta a la que debéis tender.” (Msj 6-11-1986 en Medjugorje)

He aquí una oración que Nuestro Señor le dijo a Santa Gertrudis la Grande, la cual puede librar 1000 almas del purgatorio cada vez que se rece.

Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, junto con las Misas celebradas por todo el mundo hoy, por las benditas almas del purgatorio, los pecadores en todo el mundo, los pecadores en la Iglesia universal, los de mi propio hogar y dentro de mi familia. Amén.

  • Por último, podemos y debemos acudir a los santos, ya que ellos son poderosos intercesores ante la grandeza de Dios, mucho más que nosotros, y aceptando esto estamos siendo humildes y apoyándonos en la verdad. Ellos, que están llenos de amor por nosotros, no desoirán nuestros ruegos, siempre que sean conformes a la Voluntad Divina.

“Os invito a abriros y a vivir tomando a los santos como ejemplo. La Madre Iglesia los ha escogido para que ellos sean un estímulo en vuestra vida diaria. Gracias por haber respondido a mi llamada.» (Msj 25-10-1994 en Medjugorje)

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